Crónicas de un día muy especial: 11 Km en el Lago Espejo, Villa La Angostura

Nicolás Cermesoni, primer puesto categoría Calleros en la carrera Aguas Abiertas Villa La Angostura, relata en primera persona la experiencia.

Orgulloso de pertenecer al principal club (Club Universitario de Buenos Aires) donde el amateurismo es su bandera más preciada y al deporte más madre que queda en este mundo moderno, me veo decidido – en una edad ya avanzada- a participar de una prueba que implicaba un desafío exigente, por la temperatura del agua, distancia a recorrer y miedos a superar.

 

He sido y soy deportista en muchas batallas similares, pero cuando el cuerpo se pone más débil y viejito, los miedos hacen más difícil la tarea.

 

Impulsado por amigos de otros clubes, Nacho Grignaschi y su mujer Noelia Petti -nadadora de nivel internacional- (fuerte agradecimiento para ellos), me inscribí luego de pasar el filtro de requisitos técnicos y de nivel que se encontraba a cargo de la mencionada. Dichos requisitos correspondían a experiencia acreditada, cierto ritmo de nado, como para poder completar la prueba en un tiempo de corte que no comprometa la seguridad de los participantes.

 

Muchos metros nadados, muchos madrugones, llegadas a la pileta de la Villa antes que nadie, vacaciones con mis hijas en las que a las 6.00 estaba levantado para estar nadando a las 7.00 en el mar y llegar luego a prepararles el desayuno cuando despertaran;  pero sobre todo convicción,  decisión, esfuerzo, disciplina, voluntad y pasión.

 

Paralelamente no descuidar lo cotidiano, porque de eso se trata el amateurismo. Ejerzo la abogacía en forma independiente, debo pagar las cuentas como todos, y acompañar el crecimiento de mis dos amadas hijas Renata (16) y Valentina (14).

 

Días previos de aclimatación en las frías aguas de los lagos de nuestra Patagonia, buscando seguridad y achicar los temores; y llegará el tan ansiado día. 16 de febrero de 2019, 6.00 A.M., despertador, banana, nueces, almendras; esa sensación de desayunar por obligación ya que los nervios no te permiten que nada pase por tu garganta. Chequeo del equipo, que ya habías chequeado la noche previa, pero lo volvés a revisar una y otra vez, siempre pensando que te vas a olvidar algo…, y salir rumbo a la largada cuyo horario de concentración era las 7.15  para ultimar detalles, control de prefectura a los kayakistas y su equipamiento de seguridad.

 

La tarde anterior en el Centro Municipal de Convenciones de Villa La Angostura, se realizó una charla técnica  obligatoria, donde la nadadora Noelia Petti y el director y médico de la prueba Andrés Sandoval explicaron cuestiones reglamentarias  FINA (Federación Internacional de Natación), plan de seguridad y médico, sistema de señas para chequear la salud de los nadadores durante la prueba y presentación de kayakista asignado. En este tipo de pruebas cada nadador va acompañado de un kayakista que lo abastece de alimentación, hidratación y guía el rumbo. Para aquellos que nunca han nadado en aguas abiertas, el nadador extendiendo su cuello lo más posible solo logra elevarse unos 20 centímetros por arriba de la línea de agua, lo que permite una visión panorámica muy limitada, si llega a haber olas de 20 centímetros o mayores, la cosa se pone peluda; es bastante impresionante estar en el medio del agua y no saber para dónde hay que ir…El kayakista son tus ojos y tu brújula. Confianza en tu coequiper y a meter brazada.

 

Lo que me atrapa de estos eventos es la dedicación y amor con que toda la comunidad local colabora, todo se realiza a pulmón, auto gestionado, sin recursos, con colaboradores espontáneos, tal cual a como se gestiona nuestro imponente y querido club (CUBA), y como debe haber nacido hace 100 años el mismo; con un grupo de emprendedores que se pusieron al hombro un proyecto que hoy es lo que es. Así es el amor que la gente de AAVLA ( Aguas Abiertas Villa La Angostura) le dedica al evento.

 

Palabras de bienvenida del Prefecto a cargo, orgulloso el tipo de estar comandando la seguridad de la prueba, en su lago, sus aguas, nuestras aguas, explicando el operativo, las señales de auxilio y emergencia de los kayakistas y todos sus recursos, diciendo en chiste “en esta agua fría no me meto ni loco”, propone tocar un fuerte silbato de todos los kayakistas a modo de ritual, para que la naturaleza supiera que ahí estábamos unos locos lindos, para desafiarla y respetarla, piel de gallina de recordar ese momento!

 

El clima glorioso. 17 grados, lago planchado, un mármol. Unas cuantas almas en la línea de largada con sus miedos, incertidumbres, algunos mas valientes, otros mas asustados, unos mas veloces, otros mas expertos, algunos inconscientes también por qué no.

 

Y a nadar….

 

Nos esperarían 11 divinos kilómetros de nado en el mejor entorno que se pueda pedir.

 

La noche anterior cada uno en su intimidad comienza la especulación, análisis, estrategia a seguir. Salgo a fondo y veo si aguanto? Arranco conservador? Cómo saldrán los rivales? Estará demasiado fría? Aguantaré? Para que m.. vine? Me hidrato cada cuánto? Mejor ir comiendo algo para asegurar la meta o soy mas atrevido no pierdo ni 10 segundos y me la juego con las reservas que el cuerpo tiene? A esa locura de pensamientos  la llamo “un mundillo mental”, que los que los que estamos acostumbrados a vivir estas experiencias, conocemos y vivenciamos intensamente; y acá sí es mejor ser viejo que joven, la experiencia paga; lo ensayado en los entrenamientos, más los impulsos de ese día, momento, lugar y circunstancia de carrera nos harán tomar las decisiones que creemos más convenientes. Luego de la prueba el análisis de aciertos y errores y la manija que nos damos pensando en pruebas venideras.  No existe ningún participante en pruebas de largo aliento, que durante la misma no se diga a sí mismo “para qué estoy acá, cómo estoy sufriendo, es la última, nunca más!”, pero a los 3 o 4 minutos de haber alcanzado la meta ya está diciendo “en cual me anoto ahora”

 

A todo esto ya promediaban 3.000 metros de carrera y todo lo que faltaba! Sorprendido y casi sin buscarlo, me encuentro primero en la general de caballeros, perseguido a solo unos 25 metros, por mi rival inmediato, que no aflojaba nunca!!. Brazada y brazada, palo y palo, quemando las naves, buscando agarrar agua, estirar los brazos, frecuencia respiratoria. Vienen a la cabeza anécdotas de entrenamientos en el club con nadadores más jóvenes donde al terminar por ejemplo 15 pasadas de 200 metros  les digo “hagamos dos pasadas más, las de la templanza”. Esas que cuando creíste que el trabajo estaba terminado le metes dos más y haces la diferencia, trabajás el temple, ese que necesitás cuando estas liquidado, el plus del temple infinito.  Nunca hice meditación, pero desde hace unos años descubrí que lo que logro en las carreras de aguas abiertas es meditar. La respiración y su sonido exacto y sostenido en cada inspiración / espiración se transforman en mi mantra, y elevan mi umbral de tolerancia al sufrimiento a niveles y lugares probablemente desconocidos para mi mente en estado consciente.

 

Mi reloj, mis cálculos, algún pequeño intercambio en señas con mi kayakista, me hacían presumir que dos tercios de carrera ya estaban adentro. Había tomado un gel a los 45 minutos, otro a la hora 30 y el tercero era para las 2 h 15. Todo iba conforme a lo planeado, pero me empecé a sentir mal. Momento de traición de mi propia cabeza, había que tranquilizar y seguir en la pelea. Por suerte duró poco y me pude estabilizar mentalmente. Otra de las virtudes de los entrados en años. Algunos nos dicen viejitos, prefiero llamarnos experimentados.

 

Y se acercaba el final, la llegada en primer puesto de hombres era casi un hecho y una sorpresa para mí, pero no era mi objetivo principal. El objetivo había sido el camino recorrido, la planificación, el proceso, el disfrute, la previa, hacer amigos de otros clubes, seguir comprendiendo el valor del deporte amateur, cumplir un objetivo sin importar los rivales, el propio objetivo. Prácticamente un año atrás en esta misma fecha me encontraba junto con mi queridísima y admirable hermana Florencia, cuidando a mi grosa Mamá -Marta Tejedor- sos muy grosa vieka! O Tatá como la llamaban sus nietos, coqueta nunca quiso que le digan abuela) que luchaba contra una cruel enfermedad, que terminaría con su vida, querida y rodeada por sus familiares más cercanos, hasta su último suspiro… partió en nuestros brazos, querida y admirada, bajo una oración que todos acompañamos y que jamás olvidaré..., y en este día de gloria deportiva, sana competencia y camaradería, ella estaba ahí recordándome los valores del esfuerzo, la disciplina, la responsabilidad, la constancia, la tenacidad, la entereza, la templanza, la lealtad, el amor a la naturaleza, la importancia de la amistad y la solidaridad. Nadé practicamente los últimos 1.000 metros llorando de emoción,  en agradecimiento a todo lo que me dió y enseñó; y empecé en ese día tan especial, a entender y aceptar su partida, con un sol brillante, disfrutando de mi pasión, acompañándome Vieka querida con tu presencia,  de principio a fin.

 

Nico Cermesoni

20 de febrero de 2019

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